Canvas Logo

"Soy un gran apasionado de la enología, los destilados y licores, no sólo como producto sino como una fuente de ilusión"

Joan Esquerrá Aznar, colegiado desde el año 73 con el número 5153, este año ha sido homenajeado en la Diada del Ingeniero por cumplir cincuenta años de colegiación. Actualmente jubilado.

¿Cuándo empieza a interesarse por el mundo de la ingeniería?

  Tenía cerca de quince años cuando tuve que decidir si me decantaba por las letras o las ciencias. Y lo hice por las ciencias, ya que me interesaban y, por otra parte, en mi casa venían del mundo farmacéutico. Después me gradué como Ingeniero Técnico Industrial especializado en Química Industrial en la Escuela de Ingenieros Técnicos de Barcelona.

¿Cuál es su primer contacto con la vida laboral y el mundo de la enología?

Inicio mi profesión en el campo de la enología en la empresa López Bertan y Cía, donde estoy dos años. Entonces éste era mundo basado principalmente de mayoristas de vinos y no de productores. Todo estaba a granel y no había un gran valor añadido. Se trataba más de un factor económico que de cuidar el gusto. Recuerdo que, en Tarragona, había muchas bodegas que disponían de un producto importado y otro que se consideraba una “segunda fila”. Por suerte, este mundo ha evolucionado mucho y mejor. Actualmente, el vino dispone de una calidad excelente porque la fermentación es controlada, y además somos capaces de darle otros usos, como en la cocina.

A pesar de iniciarse en el mundo de la enología, dedica gran parte de su vida a trabajar en el sector de los destilados y licores.

Dos años después, entro a formar parte de la empresa Bols, donde asumo el cargo de director técnico, durante quince años. Recuerdo especialmente esa etapa ya que la disfruté mucho. Me hice cargo del test de fabricación de los destilados y macerados y de la producción. Era un campo interesante y hermoso a la vez. En aquella época, todo lo relacionado con la fermentación y el alcohol, como producto industrial y de sabor de boca, era muy importante. En Tarragona, este sector generaba un peso importante, ya que se hacían exportaciones a toda Europa.

¿Qué peso tiene ese sector en los consumidores?

Hoy en día hay bastantes consumidores de licores y destilados. A su alrededor se genera toda una aventura. Hay que diferenciar entre aquellos que simplemente inician una botella para beber, y aquellos que la destapan por abrir un mundo de ilusión. Evidente, siempre debemos ser conscientes de que no debemos abusar, pero acabar una buena comida con una copita de licor, si no se debe conducir, es un placer en todos los sentidos.

A inicios de los años 90 cambia el mundo de los destilados y de los licores por los seguros.

No fue una decisión que tomé a conciencia, sino debido al cierre de la fábrica Bols, por temas de mercado común. En España era muy interesante fabricar bebidas alcohólicas porque el impuesto sobre el alcohol, en esa época, hasta la entrada del mercado común, era baratísimo. Un producto alcohólico podría valer tres veces más en Holanda, Francia o Alemania que en España. Una de las cosas que compraba un turista cuando venía a nuestra casa, era una de las botellas que consumía para llevarse a su país. Las empresas como Bols vivían del turismo extranjero. En el momento en que los precios se igualó en el resto de Europa, no hubo ningún interés en seguir fabricante en España.

Fue entonces, con 40 años, cuando la empresa Winterthur vinieron a buscarme. Era un trabajo distinto, mucho más a gran escala. Hasta entonces había estado en empresas de carácter más familiar. Fui el responsable de la Red Pericial de la compañía de la zona de Cataluña, Baleares y Andorra. Estuve muy a gusto aunque el trabajo implicaba viajar, y reconozco que era cansado. En ese sector finalicé mi etapa laboral.

Actualmente está jubilado. ¿A qué dedica su tiempo libre?

Sí, desde 2014 que estoy jubilado, cuando cumplí los 65 años. Me dedico a leer y escribir, pero lo hago a mano, haciendo caso a las recomendaciones médicas de hacer funcionar las articulaciones. Lo que escribo guardo lo más importante, ya veces lo comparto con mi mujer, mis hijos y mis nietos. Y lo que no me gusta, lo desgarro simplemente. Es un buen ejercicio físico y mental. Y como no, también me gusta entrar en los colmados para ver sus licores, mirar sus etiquetas y sus envases.

En el marco del Día del Ingeniero 2024 recibió el distintivo de 50 años de colegiación.

Cuando en el marco de la Diada del Ingeniero vi ese auditorio lleno pensé que era un orgullo ver cómo se había ampliado la familia. Por otra parte, me hizo mucha ilusión recibir ese reconocimiento, ya que 50 años no se llegan fácilmente, ¡y qué suerte! Pensé si pudiera echar atrás, volvería a empezar. Son muchas vivencias y experiencias las que me llevo. El CETIT ha cambiado mucho a lo largo de estos 50 años. En sus inicios era un organismo pequeño, situado en un despacho en la rambla de Tarragona, y en aquella época, en toda la provincia, no llegábamos a los 200 colegiados y colegiadas. Actualmente han cambiado mucho las cosas.

¿Qué les diría a los futuros ingenieros e ingenieras?

Les daría tres consejos. El primero, que se formen constantemente. Si no uno se enmohece y está un tiempo sin formarse, acaba perdiendo el tren. La sociedad cambia y nosotros debemos saber adaptarnos a ella. El segundo, es que cuando alguien haga un proyecto, no lo deje en manos de un tercero; sino que siga todo el proceso, de principio a fin. Y el último no es un consejo profesional sino humano. Primero, siempre la familia y después el trabajo. Es muy importante. Evidentemente, estos consejos sirven para todas las profesiones.